La mayor parte de andaluces, extremeños, castellanos, gallegos… que emigraron a Cataluña en los años 50 y 60, atraídos por el poderío económico de la región favorecida por el proteccionismo franquista, se encontraron con el desarraigo y la xenofobia de los nacionalistas que veían a los emigrantes como una plaga foránea que iban a subvertir y desplazar sus costumbres autóctonas.
Los nacionalistas, en lugar de alegrarse de que Cataluña se haya puesto en el mapa gracias a estos injertos de la cultura andaluza en la propia, consideran a los charnegos como algo extraño y alienante.
Los "charnegos" en tierra catalana también deberían luchar por una Cataluña libre, cambiando la reivindicación por la tierra por la defensa de su derecho a ser educados en la lengua española, hilo común de España.