La operación de situar a Cándido Conde-Pumpido en la presidencia del Tribunal Constitucional significa que el polvo del camino va a seguir manchando las togas durante algunos años más, aunque haya cambio de gobierno a la derecha en las próximas elecciones. Ahora le va a tocar el turno al caso ERE. Se ha podido ver a Manuel Chaves y a Gaspar Zarrías, muy envejecidos pero juntos, en un mitin de Pedro Sánchez en Bilbao. Es que, señoras y señores, hay que rendir pleitesía y humillarse ante quien tiene en sus manos una decisión que puede borrar de la pizarra la corrupción socialista del caso ERE.
José Antonio Griñán, que no sale al balcón político, está igualmente a la espera de encontrar una solución a la desesperada. Tanto Chaves como él han sido presidentes de la Junta y del PSOE a nivel nacional y su condena es una humillación sin precedentes para quienes se creían intocables representantes de la "honradez". El caso de Griñán, además, está resultando chocante por cuanto es el único de todos los condenados a penas de cárcel, que no ha pisado prisión. Incluso Agustín Barberá, un viceconsejero de Empleo de la Junta de los ERE, con una responsabilidad mucho menor y otro cáncer, tiene ya plaza en una celda.
Hay que tener un carácter muy especial y un amor por sí mismo indefinible para tragar con fluidez que los subordinados están en la trena y él, responsable según la sentencia, no. Unos siguen siendo más iguales que otros. Los patios penitenciarios serán testigo de suculentas conversaciones sobre la dignidad y la entereza. ¿Y la Audiencia Provincial de Sevilla, que está exigiendo a todos, menos a Griñán, sabio en dilaciones, el cumplimiento de la sentencia? Pues veremos cuál es su próxima excusa, pero ya estamos en precampaña electoral. Ahora todo cuesta mucho.